LA CRISIS: DIARIO DE UN HUNDIMIENTO

España va mal en el mundial, Francia, Italia, Alemania, los grandes se hunden y es el símbolo de decadencia que refleja nuestra realidad europea.

Ya vemos con cierta lejanía ese nefasto septiembre de 2008 en que la bolsa y el sistema financiero estadounidense cayó, se hundió y rebotó en el resto del mundo para convertirse, además de crisis financiera, en crisis económica. En España más de lo mismo, tras una década de derroches y burbuja inmobiliaria, el frenazo fue tremendo y comenzaron los cierres de empresas, de locales cerrados de un día para otro, de despidos masivos (EREs) y la cola del INEM más larga que nunca. Fue espectacular porque una vez más, la realidad superó la ficción.
Los gobiernos entre tanto no sabían muy bien qué hacer, pues había sido tan repentino todo que ni se había hecho cálculos de la magnitud del asunto ni se habían preparado medidas anticrisis porque ésta parecía no llegar nunca. Toda clase de economistas, especialistas e intelectuales comenzaron a sacar libros sobre el origen y posibles remedios para la crisis, y a mí se me ocurre pensar: cómo es posible sacar un libro en 2 meses con el trabajo de análisis y pensamiento que constituye y no poder encontrar un ejemplar sobre el mismo tema antes del septiembre fatídico.
Por otro lado, los dirigentes de los diversos países que habían sido arreciados por la crisis comenzaron a dar ayudas públicas para mantener la estabilidad social y económica mientras, como fue el caso de España en mayor cantidad, los despidos iban alcanzando la escalofriante cifra de cuatro millones de parados. Unos se quejan de las pocas acciones de los Sindicatos, otros, del aprovechamiento de algunos empresarios para despedir. Pero en voz alta, ni una palabra.
El 2009 fue un año de estupefacción, como ya he dicho antes, la estabilidad social era bien visible pero la tasa de desempleo también y nada parecía conseguir cambiar el rumbo de las cosas. El 2010 llegó con esperanza, los ánimos se iban relajando a la vista de que nuestro sistema financiero no había quebrado y la estabilidad sólo podía ya caminar hacia un futuro mejor. Pero todo se volvió negro, negrísimo, en ese mes de abril en que un fin de semana después de que el Presidente se reafirmara en la continuación de su política social y llegara el lunes por la mañana anunciando los cambios estructurales más importantes jamás imaginados a estas alturas de la crisis y con un gobierno socialista.
La medidas propuestas, además de subir el i.v.a. en dos puntos, consistían en la reducción de un 5% del salario a los funcionarios (en escala según lo percibido), del 15% a los miembros del ejecutivo y clase política, reducción en 800 millones a la Ayuda Oficial al Desarrollo (que en toda la crisis aunque no había subido, se había mantenido en relación a los acuerdos internacionales) y la congelación de las pensiones que fue lo que más daño hizo en la opinión pública; esto lo digo porque en los últimos años éstas habían ido aumentando y esto chocaba de frente con toda su política anterior.
Así pues, entre otras medidas, creo que las que he nombrado son las más impopulares que un gobierno podría hacer. Entonces, me preguntaba yo en mi indignación interior ¿por qué se les ocurren estas medidas cuando estoy harta de leer otras propuestas que consiguen la misma cantidad de reducción de déficit y no dañan tan directamente la economía de los hogares? Los funcionarios, un sector hasta ahora no tocado por la crisis, ¡iba a dejar también de consumir! Aquí se halla la cuestión de la que quiero hablar, de la triste realidad que nos mueve y nos moverá porque estamos marchitos y con el espíritu dormido y deprimido. Todas estas medidas vienen de la fuerza arrolladora que la Globalización ha conseguido (y nunca me he considerado anti-globalización), el Mercado –porque ahora sólo hay uno- de la mano de la Agencias de Calificación de la Deuda que dicen que España ha dejado de ser todo lo solvente que venía siendo y que de no tomar medidas se avecina una posible situación como la de Grecia. Con esa maldita frase, las bolsas dieron un bajón estrepitoso y la deuda española era cada vez más cara, de esto seguir así, España no iba a poder salir adelante porque al igual que el resto de países, no sobrevivimos con nuestro presupuesto real. En esas semanas en que España era foco de todo el mundo como un país perdedor, sin esperanza alguna a salir de la crisis y con un nivel de paro de increíble; ahora tenía una deuda que no acaba nunca y que cada vez era más difícil de vender. Semanas más tarde de toda esta vorágine especulativa, el gobierno español (me gustaría insistir que frente a la especulación de cuatro Agencias de Calificación, da igual su color) abordó la reforma laboral, mejor o peor, porque no es el tema de mi debate, y parece que llegó la calma.
A mí hizo mucha “gracia” ver que todas las especulaciones sobre España pesan en realidad sobre toda Europa y cómo Francia – la aparentemente poderosa Francia- está empezando a vender miles de castillos y bienes públicos para saldar su deuda. Inglaterra auspicia unas medidas duras de ajuste que aún no sé a dónde llegarán – y donde también se han publicado unas cuentas públicas más pobres que las españolas. Y luego viene Alemania – desde Berlín han lanzado sobre España toda clase de acusaciones sobre solvencia- donde se descubren unas cuentas de alto déficit y necesidad urgente de tomar medidas de reajuste para bajarlo en 80.000 millones de euros. Sus funcionarios también sufrirán una bajada de salarios de 2,5% y se reducirá su número. Resulta que al final, la únicas medida que nuestro sistema financiero o bancario español ha tenido que tomar ha sido la de unir a la Cajas de Ahorros, demostrando que nuestros Bancos Santander y BBVA han sido calificados como los más consolidados en Europa; todo esto después de conocer la inmensa cantidad de bancos alemanes que han tenido que ser ayudados por su Estado y que aún se encuentran en situación delicada.
La calma llegó a los mercados después de la más que anunciada asfixia que nosotros españolitos, vamos a vivir los próximos años gracias a la petición de quienes defienden al Mercado, a los cuatro grandes que serán aún más grandes cuando toda esta crisis acabe. La calma llegó a los mercados cuando el pesimismo y la desilusión llegó a los hogares, resulta que la calidad de vida de todos nosotros no se va a ver afectada por la crisis, sino por un modo de vida que vamos a ser obligados a aceptar, con menos derechos, con menos dinero y más necesidades que cubrir.
Y la conclusión más triste que saco es que los gobiernos ya no gobiernan, sino que se han convertido en simples peleles de los verdaderamente poderosos, los que dominan el Mercado. Porque la Economía ganó a la Política y eso representa el fin del Imperio del Estado del Bienestar y por tanto del ideal europeo. Pero eso ya es otro debate.

Fuente: Katia Saura.Revista Valencia Opinión, Mayo 2010.

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