UNA ALTERNATIVA A LA POBREZA: COMERCIO JUSTO.

Vivimos un momento de reflexión, de cambios, de retos, nuestro sistema económico globalizado ha fallado. Y no sólo porque ha fallado en el Norte rico, sino porque esto ha arrastrado al Sur pobre y ha acrecentado la brecha mundial entre pobres y ricos, lo que nos ha convertido a todos en mucho más vulnerables frente a los gigantes emergentes. Pero, antes de comenzar a opinar, vamos a intentar dejar claros unos conceptos que nos permitan el debate posterior: ¿qué es y qué significa el Comercio Justo?
El Comercio Justo cumplió años el pasado 8 de mayo, tiene más de cincuenta. Comenzó después de la Segunda Guerra Mundial y en el proceso de descolonización de muchos países con lo que muchos grupos solidarios empezaron a comprar productos provenientes de organizaciones de productores del Sur y acabaron por establecer sus propias tiendas por todo el mundo. A finales de la década de los 80 nació en Holanda la primera iniciativa de un organismo con certificación de comercio justo, con el sello “Max Havelaar”. Recientemente, las principales organizaciones de Comercio Justo a escala internacional han consensuado la siguiente definición: “El Comercio Justo es una asociación de comercio basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional. Contribuye a un desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores y trabajadores marginados, especialmente en el Sur. Las organizaciones de comercio justo apoyadas por los consumidores están implicadas activamente en apoyar a los productores, sensibilizar y desarrollar campañas para conseguir cambios en las reglas y prácticas del comercio internacional convencional.”
El comercio tradicional pocas veces defiende unas relaciones comerciales igualitarias entre productores e intermediarios y casi siempre acentúa las diferencias entre los países ricos y los pobres. Esto tiene que ver mucho con el afán consumista que tiene el Norte y donde es posible comprar casi toda la variedad de productos a bajo precio, siempre a costa de la explotación de los productores del Sur. Las organizaciones de comercio justo se constituyen en un sistema comercial alternativo que ofrece a los productores acceso directo a los mercados del Norte y unas condiciones laborales y comerciales justas e igualitarias, que les asegure un medio de vida digno y sostenible.
Estas organizaciones deben respetar una serie de criterios para que sus productos lleven el Sello que los clasifica como productos de comercio justo:
1) Salarios dignos. El principal problema de la desigualdad en las relaciones comerciales es el salario de los trabajadores del Sur. Éste debe ser digno y acorde con la realidad socioeconómica de la zona.
2) No a la explotación infantil. Los niños y niñas de muchos lugares del mundo trabajan como adultos para que sus padres puedan sacar algún beneficio del negocio familiar; las situaciones de extrema pobreza que viven las familias les fuerzan a ello. Sin una escuela que les facilite un mejor futuro, trabajan muchas horas y viven en condiciones insalubres que condicionan su salud física y psíquica para el resto de sus vidas. Muchos de los productos que compramos han sido fabricados por niñ@s que gracias a eso podrán cenar ese día pero no ir a la escuela, ni a jugar, ni soñar, ni en definitiva crecer, porque se hicieron mayores muy pronto.
3) Igualdad entre hombres y mujeres. Es muy común que las mujeres cobren un salario inferior por realizar el mismo trabajo que un hombre. El hecho de nacer en un país del Sur, o sea pobre, les hace todavía más vulnerables. La dificultad en el acceso a la formación les supone una mayor dificultad de encontrar un empleo seguro, de calidad y por tanto de mayor dificultad en la posibilidad de tomar decisiones sobre su futuro. El 70% de las personas que viven en la más absoluta pobreza son mujeres.
4) Respeto al medioambiente. El comercio tradicional utiliza medios de cultivo y pesticidas perjudiciales para el medioambiente debido al bajo coste. Se estima que en los países en desarrollo se utilizan estos productos sin control, muchos de ellos prohibidos en los países del Norte. Aunque a corto plazo eliminan las plagas, estos productos afectan a la piel y a las vías respiratorias. La producción de café son estos productos químicos supondría un ahorro de entre 60 y 120 euros por año y hectárea, aunque la productividad de las tierras sería menor.
5) Derechos laborales. En muchos países de Sudamérica y África, los capataces van armados, los temporeros se hacinan alojamientos precarios y no tienen cobertura sanitaria para prevenir accidentes o enfermedades. Con estas condiciones laborales, llevar una vida digna es difícil y a costa de todo esto nos llegan a los países del Norte unos productos buenos y baratos.
El sistema de comercio justo ha sido hasta ahora el modelo más exitoso para ofrecer a los pequeños productores la opción de obtener ingresos mediante una relación comercial de largo plazo y de manera más directa entre productores y consumidores, en donde estos últimos obtienen productos de la mejor calidad y producidos de la manera más sustentable. Las principales características del comercio justo son: Que los productos provienen de pequeños productores organizados, democráticos, transparentes e independientes. Además los precios le cubren al productor los costes de una producción sustentable y reconocen su aportación al desarrollo integral. Esto conlleva el establecimiento de compromisos a largo plazo entre los productores y las empresas del mercado, que además pagará oportunamente a los productores para que no se vean obligados a malvender a los intermediarios. Con el sello, al consumidor se le garantiza la calidad, el origen y la sustentabilidad de los productos.
La red internacional FINE agrupa a 4 grandes organizaciones europeas, entre las que destaca el Sello FAIRTRADE. El Sello FAIRTRADE es un instrumento de certificación que da mayor acceso al mercado a los productos de Comercio Justo, además ofrece garantías al consumidor de que el producto que lo porta cumple los estándares internacionales de Comercio Justo de FLO y por último, facilita el acceso de diferentes agentes comerciales a los productos de Comercio Justo.
En la que más que necesaria nueva visión del comercio, más responsable y sostenible, el consumidor juega un papel fundamental. Las bases del comercio justo son simples, partiendo de un precio razonable se añade el respeto al medioambiente, se apoya a las comunidades más desfavorecidas, mejoras en las condiciones laborales y sociales y, en definitiva, un comercio internacional más justo, transparente, equitativo y solidario donde priman criterios distintos a los habituales de beneficio económico y se obliga al consumidor a cuestionarse no sólo qué quiere o cuánto cuesta, sino si alguien ha sido explotado en el proceso de producción. La última palabra la tiene el consumidor que debe recompensar a las empresas más sensibles con su entorno social y medioambiental y castigar a las más perjudiciales.
Muchos y muchas se preguntarán si el hecho de consumir de forma responsable, es decir, pagando más por productos que puedes conseguir más baratos por medio del comercio tradicional, no perjudica nuestra economía que está basada en el consumo. Perjudicar nuestra economía no es obtener un poco menos de beneficio hoy sino abrir los ojos a un sistema obsoleto como es el que ha mandado los últimos años. Necesitamos construir un modelo sostenible medioambientalmente y económicamente. Éste, debe ser un modelo que no continúe provocando desastres naturales tanto en nuestros países como en los vecinos y qué sí nos salen más caros. Un modelo en el que puedan entrar los países menos favorecidos para que los nuevos gigantes del comercio (los grandes países en desarrollo como China, India, Brasil) no se impongan al mundo entero, y Occidente pueda continuar teniendo la palabra en el comercio internacional.

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