EL GIGANTE NEGRO EN LA EDUCACIÓN

Hace tiempo que el debate sobre la educación (o su falta) está sobre la mesa en gobiernos, colegios, asociaciones de padres y familias pues es evidente la crisis de valores que los más jóvenes de la sociedad están sufriendo. Hay quien habla de la desaparición de la familia tradicional como base del problema. También hay quien habla de internet, los medios de comunicación y las nuevas formas de ocio como el origen de esta falta de valores de nuestros jóvenes. Mi opinión no contradice las anteriores, más bien me gustaría entrelazarlas para encontrarle la explicación.

Estas últimas semanas de tanta agitación política y económica me ha hecho recordar sensaciones que tuve cuando estudié en clase la decadencia del Imperio Romano de Occidente. Roma se extendió de punta a punta y en su imperio prácticamente no se ponía el sol, vivió una etapa de enorme crecimiento, innovó técnicamente y en otros muchos sectores, incluso fue la creadora de nuestro sistema jurídico. Pero al igual que Egipto, Grecia y todos los imperios, Roma también decayó y antes de ello, vivó una etapa de derroche y exagero a todos los niveles, tanto fue así que cuanto más dinero se derrochaba y más fiestas se celebraban, peor futuro se le auguraba. Roma se desintegró con la llegada de los bárbaros dejándonos un legado cultural sin precedentes pero del que no aprendimos su lección.
Hoy tenemos la base cultural de Roma pero en lugar de ser sólo unos cuantos los elegidos que tienen permitido disfrutar de tiempo de ocio (entre otras cosas) gracias a la Revolución Francesa de 1789 somos todos iguales ante la ley y esclavos del consumo.
El Consumo es ese gigante negro base de nuestra sociedad occidental actual y gracias al cual ocurren varias situaciones que convierten a las familias y por ende, a sus hijos, en sus víctimas. Mujeres y hombres tienen que trabajar sin cesar (no tiene nada que ver con el logro de la autonomía de las mujeres) para mantener un nivel de vida o de consumo digno de nuestro entorno. Sus hijos, los de estas familias, dejados de lado por el sacrificio de sus padres pierden el tiempo con la videoconsola o la televisión mientras los padres descansan esperanzados de que el hijo/a no les pida salir para ir al parque o jugar, o hacer los deberes.
Del sentimiento de culpabilidad de los padres y madres que llegan tarde y cansados a casa se alimenta el Gigante Negro Consumo y obliga a éstos a comprar todo lo que sus hijos quieren (y no necesitan) en lugar de pasar tiempo con ellos educándolos.
Así pues la función de los padres de hoy –esclavos, insisto, del Gigante Negro Consumo- se limita a la parte material de la vida de sus hijos y éstos, a su vez, faltos de cariño paterno y materno, pierden el sentido y valor de las cosas así como el respeto a sus padres que lejos de ser un modelo y autoridad para ellos se convierten en meros sirvientes del ego infantil.
El Gigante Negro Consumo no distingue de raza, sexo, nacionalidad, ni de familias tradicionales cristianas ni de las modernas. Todas ellas confían la educación de sus hijos en los mejores colegios que pueden permitirse, sin pensar que sus hijos no se educan aprendiendo sociales o matemáticas, sino cuando se les dice que no a algo, cuando se les imponen unas normas de conducta, cuando se les riñe o castiga. Porque todo esto, que parece ser lo más difícil en un momento determinado es lo que más agradecerán en el futuro, cuando tengan que dar la cara, ser ciudadan@s seri@s y andar por la vida con dignidad. Un ejemplo claro de la decadencia de nuestra sociedad es la necesidad que han tenido las escuelas europeas (y no sólo las españolas) de crear la asignatura de “Educación para la ciudadanía”, mi intención no es meterme en este tema pero no podemos negar el trasfondo de su significado: nuestros niños y niñas están maleducados y malcriados pero si eso no se arregla en la escuela, habrá que hablarles a los padres sobre el Gigante Negro Consumo como el peor de los enemigos para la educación.
Todo hijo y toda hija necesita que se le diga que no, porque cuando te dicen que no, tus padres te demuestran que te quieren y se preocupan por tu futuro. Todo hijo y toda hija desea que sus padres les feliciten por las notas del colegio pero no es preciso un regalo, lo importante es la cara de felicidad y de orgullo de sus padres, pues es deber de los hijos sacar buenas notas tanto como para sus padres trabajar. Cuando se le enseña a un niño o una niña a valorar a sus padres y a los demás, se crían también buenos ciudadan@s, porque el respeto empieza por uno mismo y después en la familia.
Espero y deseo que los niños, jóvenes y mayores de hoy aprendan la lección de Roma, no se pierdan lo mejor de la vida y no dejen ganar a ese Gigante Negro llamado Consumo.

Fuente: Revista Valencia Opinión, Abril 2010.

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